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En este apartado encontraréis algunos artículos que publicado en la prensa y otras publicciones.

  • Ho’ponopono para colorear, láminas para colorear asociadas a la obra Ho’oponopono, el lenguaje del corazón, de Yolanda San Miguel. Podéis hacer vuestro pedido aquí.

Colorear Hopo

  • Ho’oponopono, el lenguaje del corazón, obra de Yolanda San Miguel en la cual he colaborado realizando el cuaderno para colorear adjunto al libro. Podéis hacer vuestro pedido aquí.

Hopo

UN VOTO A LA TOLERANCIA

Creo que el hecho de que mi marido sea procedente de Isla Mauricio (Océano Índico), ha hecho de mí mejor terapeuta. Una de las principales virtudes que debe cultivar todo terapeuta es la tolerancia, la aceptación del cliente sea cual sea su condición. En definitiva, debe sobresalir en el arte de no juzgar. No es tarea fácil en una sociedad donde los juicios, críticas y acusaciones nos rodean por doquier. Solo hay que encender el ordenador, el televisor o la radio, o escuchar nuestras propias conversaciones y las de nuestros vecinos. En un país como el nuestro, donde cambiamos de acera cuando vemos venir de frente a un grupo de mujeres con sus cabezas cubiertas por un hiyab (velo musulmán), y miramos con desconfianza al joven subsahariano que empuja por la calle un carrito de supermercado lleno de cartones, no estamos para nada exentos de juicios y prejuicios.

Podríamos decir que de entre las herramientas que utilizo en mis sesiones, mi especialidad es la PNL (Programación Neurolingüística). Todas las teorías y ejercicios desarrollados en esta técnica, parten de una serie de presuposiciones de entre las cuales destaca la siguiente: El mapa no es el territorio. Entendemos por mapa la representación que cada individuo hace de la realidad. De hecho nadie conoce la realidad en sí misma, sino únicamente su propia percepción de realidad. A través de las experiencias que hemos ido acumulando desde nuestro nacimiento y especialmente de la manera que hemos sentido y procesado dichas experiencias, hemos ido construyendo nuestra percepción del mundo, es decir, nuestro mapa del mundo. Cabe añadir que una parte del mapa viene ya de serie a través de nuestro componente genético. A partir de ahí, vamos actuando por la vida fieles a nuestra visión de la realidad y rápidamente criticamos y juzgamos a aquellos que no actúan de acorde con ella, es decir, a todo aquel que tenga un mapa diferente al nuestro. Desde esta comprensión, la PNL enseña precisamente, cuan absurdo es juzgar a nadie, ya que jamás encontrarás a otra persona que tenga tu mismo mapa; de los siete mil millones de personas que hay en el planeta, nadie tiene la misma carga genética que tú y nadie ha vivido, sentido y procesado las mismas experiencias que tu. Nadie. Es importante destacar que ningún mapa es mejor que otro, aunque los que poseen más recursos y disponen de más opciones a la hora de actuar, son más eficaces.

Aparte de la correspondiente teoría aprendida en las aulas, mucho de lo que aplico sobre la aceptación, la tolerancia y el no juicio, lo he aprendido gracias a mi contacto con la Isla Mauricio. Aparentemente perdida en la inmensidad del Océano Índico, destaca como una diminuta perla. No encontrarás otro lugar en La Tierra, con tal diversificación de mapas y a la vez tanta tolerancia y respeto entre ellos. Es el paradigma del «vive y deja vivir». En este pequeño país de 2.040 kilómetros cuadrados (el mismo tamaño que la isla de Tenerife), conviven en perfecta armonía un buen baile de diferentes razas, culturas y religiones. La población está formada mayoritariamente por hindúes, pakistaníes musulmanes, chinos, africanos, blancos y criollos. Tal diversidad, lejos de crear conflictos, enriquece el espíritu de sus habitantes. Si bien es cierto que no suelen mezclarse en el momento de buscar pareja y formar una familia, se percibe una calidad humana excepcional en la manera como se relacionan los unos con los otros ya sea en el ámbito del trabajo, servicio u ocio. Aunque puedan surgir críticas y prejuicios de un colectivo a otro (por ejemplo, muchos chinos tienden a pensar que los criollos son vagos), en última instancia se impone siempre el respeto. A ningún hindú se le ocurriría pensar que es mejor o más mauriciano que un chino, o viceversa. Es como si continuamente estuviera presente el pensamiento: de acuerdo, no comprendo tu mapa pero lo respeto y siempre y cuando no me perjudiques, no me importa lo que hagas con tu vida y tus creencias.

Hace unos días recibí un vídeo vía «Whatsapp»: una pareja blanca y su hija llegan a la consulta de un médico. En la sala de espera está sentado un chico hindú. La familia se aparta de su lado con asco y desprecio. Instantes después el médico hace pasar a la consulta a las cuatro personas a la vez y comunica a la familia que el chico hindú ha sido el donante de médula de la niña, salvando así su vida. ¡Impagable la cara de vergüenza que desencaja el rostro de la madre! En Isla Mauricio es inimaginable una escena como esa. Puedes ver relacionarse constantemente blancos con hindúes, chinos con criollos, africanos con musulmanes o todos juntos a la vez, dándose la mano, caminado, comiendo, riendo o negociando amigablemente. Comparten sus pensamientos y tradiciones con sus vecinos. Durante la fiesta de año nuevo chino, los orientales compran o preparan snacks típicos y los comparten con sus colegas sea cual sea su raza o religión; Los musulmanes, durante el Ramadán, preparan galletas dulces y las ofrecen como presente a sus vecinos no musulmanes; también en estas fechas, los musulmanes más acaudalados compran un toro, lo sacrifican y reparten su carne entre los más desfavorecidos, sean o no musulmanes; durante las fiestas del Divali (festival que conmemora la victoria de Lord Rama sobre el demonio), los hindúes preparan dulces típicos e igualmente los comparten con todos sus vecinos.

En el calendario de festivos oficial del país, se contemplan todas las culturas y religiones. Se festejan las tradiciones cristianas (Navidad, Todos los Santos y el día del Padre Laval), las hindúes (el Thaipoosam Cavadee, el Maha Shivaratree o el Divali), las musulmanas (el Eid al-Fitr) y las chinas (el Año nuevo chino). Allí nadie cree que es mejor que nadie. Nadie juzga a nadie. Simplemente son conscientes de que sus mapas son diferentes, aunque claro está, no utilizan esta terminología específica. Actúan así de manera natural porque han convivido con eso desde siempre. Tanto que podríamos aprender de la diversidad, y sin embargo, cuánto la tememos.

Déjenme terminar con una pequeña anécdota: cuando conocí a mi marido, el vivía aún en Isla Mauricio. Allí ocupaba un puesto de responsabilidad en un banco. Al decidir casarnos, decidimos también establecernos en Barcelona, de manera que tuvo que renunciar a su trabajo. Vino a España y trajo consigo sus ahorros. Fue a un banco a abrir una cuenta. Mi marido es de raza china. Cuanto prejuicio rondaría por la mente del cajero, cuando al verlo le preguntó ¡si sabía escribir!

Como decían los indios Sioux: «No juzgues a nadie antes de haber caminado dos lunas en sus mocasines».

Publicado en la revista «Natural» en junio de 2015

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INVENTAR LA VIDA

Esta vez me permito hablaros desde mi propia experiencia. Soy lo que podríamos llamar una persona reinventada, aunque mi caso empezó algo antes que esta crisis. Parte de mi experiencia es compartida por muchos ciudadanos de este país.

Nací en el año 1971. Tengo 42 años, de manera que pertenezco a esa generación que creció rodeada de una seguridad aparente. Desde mi nacimiento y hasta su jubilación, mis padres trabajaron siempre en la misma empresa y crecí con ese modelo de estabilidad. Cuando en 1989 hice las pruebas de acceso a la universidad, tenía la sensación de que, escogiera lo que escogiera, sería una elección de por vida.

Me debatía entre tres opciones: Bellas Artes, Psicología y Arqueología. También me atraía el campo de la enseñanza, pero la opción era Magisterio y no soy muy dada a trabajar con niños, de manera que finalmente deseché esa opción. También me atraía la idea de ser actriz, pero sufría un terrible miedo escénico.

Llegó el día de la elección y opté por Bellas Artes. Pasé las pruebas y el curso siguiente empecé en la universidad. No me convencía renunciar a las otras opciones; pero, bueno, algo había que escoger, ¿no? Tras finalizar en la universidad, completé mis estudios aprendiendo diversas técnicas de ilustración.

Los primeros años trabajé de ilustradora free-lance y después me contrataron como dibujante en una empresa, a jornada completa. Todo seguía según el plan previsto: ir a la escuela, al instituto, a la universidad (o a una formación profesional), encontrar trabajo y quedarse ahí hasta la jubilación. Todo conocido. Todo controlado. Todo perfecto. Te etiquetabas como dibujante, carpintero, médico, albañil, abogado, farmacéutico, maestro, economista… y ahí te quedabas. ¡Qué fácil!

Cada vez que conocía a alguien y me preguntaba a qué me dedicaba, yo contestaba: SOY dibujante. De las personas que no conseguían trabajo acorde a sus estudios se decía: ES maestra, pero no ha encontrado trabajo de “lo suyo” y trabaja en un supermercado. Y cada uno iba por la vida con su etiqueta colgada de dibujante, carpintero, médico…, montado en la aprobación o en la frustración, según el caso.

Con la crisis de los 90 la situación laboral del país se fue complicando. Cada vez eran menos las personas que conseguían trabajo de “lo suyo”. Aquella seguridad aparente de antaño se quebraba. Mi modelo de estabilidad se derrumbaba. Me di cuenta de que la seguridad no existía, de que todo era cuestión de confianza.

Cuando llevaba casi diez años trabajando en la empresa, un día, de repente, me asaltó el miedo: ¿Qué pasaría si un día me quedaba sin trabajo? No sería nada fácil encontrar un empleo como aquel. Yo no sabía hacer nada más. Yo ERA dibujante y la demanda de dibujantes en el mercado laboral era prácticamente nula. Tenía que hacer lo que fuera para conservar el trabajo. ¡Dios mío, perderlo sería catastrófico!

Por si fuera poco, sentía que el trabajo se me hacía cada vez más tedioso. Había días en que me producía auténtico aburrimiento. ¿Cómo podía ser? Si yo ERA dibujante y dibujar me aburría. ¿Qué sería de mi? Me sentía perdida. Aquella reflexión coincidió con mi inmersión en el campo del crecimiento personal y de las terapias complementarias.

Al cabo de poco tiempo, comprendí algo que acabó con todos mis miedos: Yo NO ERA dibujante. Sencillamente era una persona que, en un momento determinado de su vida, sintió interés por el dibujo y exploró esa opción. Cuando nací, no había ningún tatuaje en mi pie que pusiera “dibujante”. Simplemente era un papel que decidí desempeñar por un tiempo.

Gracias al trabajo personal, fui eliminando mis etiquetas hasta que sentí que simplemente… ERA. Aquello me colocó en tiempo presente y me preparó para afrontar cualquier situación por venir. El miedo había desaparecido. Me sentí libre.

“Casualmente”, poco tiempo después, en la empresa hicieron reducción de personal y otros compañeros y yo fuimos despedidos. Lejos de asustarme, estaba excitada ante todas las opciones que se abrían ante mí. Decidí explorar el campo psicológico, que había desechado años antes, y me formé como terapeuta. En el proceso acabé con mi miedo escénico y me apunté a un grupo de teatro amateur.

Al poco tiempo, también “casualmente”, me ofrecieron un trabajo como formadora para gente mayor. Eso me permitió explorar el ámbito de la enseñanza, que también había desechado anteriormente. Todas aquellas ocupaciones que instintivamente me atraían desde niña, se manifestaban en mi vida de manera natural.

Hoy en día compagino mi trabajo de terapeuta con el de formadora para personas mayores y, además, tengo un negocio de cuentos personalizados. No dejé de SER dibujante para convertirme en docente o terapeuta. Todos esos aprendizajes y experiencias están en mí, pero NO SON YO. Me doy cuenta de lo mucho que me estaba perdiendo durante mis años de trabajo “fijo y estable”.

Si gozáis de un trabajo estable hoy en día y estáis a gusto, no penséis que os estoy animando a abandonarlo. Disfrutadlo y que no os invada el temor a perderlo. Y si lo perdéis y no encontráis un nuevo empleo “de lo vuestro”, agradeced la experiencia y el aprendizaje y abríos al mundo de nuevas posibilidades que se muestra ante vosotros. ¿Qué os gustaba hacer de pequeños? ¿Qué pensabais de niños sobre lo que querríais hacer cuando fuerais mayores? Desenterrad ilusiones reprimidas e id a por ellas.

No me parece adecuado el término reinventarse. Eso es simplemente cambiar una etiqueta por otra y, de nuevo, quedarte ahí. Estamos tan encasillados en los viejos modelos que no nos damos cuenta de que la vida la podemos inventar a diario. Cuando dejamos de HACER y nos quitamos las etiquetas podemos simplemente SER. Eso nos hace libres. Entonces podemos escuchar en nuestro interior la voz del instinto que clama. Cuando se hace lo que se ama, lo que ilusiona, hay muchas opciones de éxito. El mero hecho de transitar por el camino, ya lo es.

Publicado en www.abraxasnetwork.com en octubre de 2013

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OLVÍDENSE; LOS POLÍTICOS NO PUEDEN SACARNOS DE ESTA CRISIS

Existe un programa de televisión llamado “El jefe”. En él, el mandamás de una compañía, se infiltra como si fuera un trabajador corriente, novato e inexperto, al cual los trabajadores “reales” tienen que enseñar.  Durante días, mientras muestra deliberadamente (o no) su ignorancia y su torpeza, va observando el comportamiento de sus empleados. Va tomando nota silenciosamente de su profesionalidad y de sus quejas y les pregunta también sobre su vida privada. Ahí empieza a tener conciencia de dramas cotidianos que no había tenido en cuenta: Personas valiosa con sueldos poco dignos y problemas reales, como hipotecas casi imposibles, familiares enfermos o dependientes o hijos sin posibilidades de seguir sus estudios. Día tras día “el jefe” vive en su carne el esfuerzo físico y mental del trabajo mientras escucha las vicisitudes de sus trabajadores, que apenas llegan a fin de mes. Pasada la prueba, la mayoría de esos “jefes” infiltrados, se muestran extenuados y conmocionados. De hecho, todos nosotros, a raíz de las experiencias de nuestra vida, hemos ido desarrollando un mapa mental, el cual está conformado por nuestras pensamientos, creencias, valores y objetivos. Lo que hace “el jefe” durante su experimento, es lo que en PNL se llama “ampliar el mapa mental”. Aparecen nuevos pensamientos, creencia, valores y objetivos.

Entonces, una vez finalizada la charada, el jefe reúne a sus empleados en su despacho y les confiesa la verdad. Lo que sigue es un intento de aliviar las penurias de esa gente: Aumentos de sueldo, ascensos, vacaciones pagadas, pagos de tratamientos médicos, pagos de hipotecas, de estudios o compras de coches u otros artilugios de necesidad. Y no son solamente los afectados los trabajadores partícipes del experimento. También se produ
cen cambios en la política general de la empresa con los cuales todos los trabajadores son beneficiados. Los trabajadores se sienten agradecidos y valorados y con algunas soluciones reales a sus problemas reales.

En la mayoría de casos se trata de empresas con décadas de trayectoria. El cambio solo ha sido posible des- de el momento en que el jefe adopta el rol de un trabajador corriente y vive en su propia carne las dificultades del día a día. Para poder hacerse cargo de una experiencia hay que tocarla. No se puede conocer la realidad de la masa social des de la mesa de un mandatario. Hay que sumergirse en ella, mirarla desde el mismo vórtice, escucharla a diario, palparla, sentirla, olerla, saborearla. Les pedimos a los políticos soluciones urgentes a nuestros problemas… ¿Cómo van a encontrarlas des de sus sillones de cuero? No sirve de nada salir a la calle a escuchar las lamentaciones de la gente durante la campaña electoral si luego se acomodan en sus bonitas viviendas con la nevera llena, las persianas bajadas  y sus mapas mentales cerrados. Hace un tiempo circulaban por internet fotos de una importante mandataria de esta país, que en sus reuniones consume botellines de agua que cuestan ¡tres euros! ¿Cómo va a saber esa señora lo que siente una persona que ni siquiera puede pagar el recibo del agua? Des de aquí les invito a que prueben durante un mes a vivir con una paga de 400 euros. Y no solamente a los políticos. Hace unos meses, algunos famosos actores estadounidenses, realizaron a su vez un experimento: Vivir durante cinco días con 1,5 dólares al día. Bueno, cinco días no es mucho sabiendo que después te re-encontrarás con tu cuenta de cincuenta millones en el banco, pero sirve para tomar algo de conciencia.

Bien es cierto que cuando estamos inmerso en una situación difícil, des de ahí no podemos obtener recursos. No se pueden solucionar los problemas des de el nivel en que han sido creados, hay que situarse un poco más arriba. Primero hay que colocarse en esa realidad y después subir un peldaño, ¡no un rascacielos! Si se está demasiado arriba, se pierde totalmente la perspectiva. Así consigue el cambio nuestro amigo el “jefe” del programa. Baja del rascacielos para situarse en la planta baja. Vive en su propia carne los problemas de sus trabajadores y luego, gracias a que tiene acceso directo a todas las plantas del rascacielos, puede subir ese peldaño y aportar soluciones.

Pero no parece que los políticos de este país estén dispuestos a pasar por una experiencia similar. ¿Cómo iban a saber los políticos lo que se siente cuando te sacan de tu casa por no poder pagar la hipoteca? ¿Como pueden saber lo que se siente cuando te cortan el agua o la luz? No se puede sentir una experiencia que no se ha vivido. Es imposible hacerse auténticamente cargo de una situación si no se ha pasado por ella. Y aún hay veces en que guardamos muy poca memoria de situaciones penosas del pasado. En cuando las cosas mejoran, nos olvidamos de ellas.

Hay una película (honestamente, no recuerdo el título), en la que aparece el siguiente diálogo:

-Policía: Señora, se como se siente

-Mujer a quien han secuestrado el hijo: ¿Tiene usted hijos?

-Policía: No

-Mujer: Entonces no sabe como me siento.

Solo cuando cuando los políticos sean desalojados por la fuerza de sus viviendas, cuando les corten el agua y la luz, cuando hayan enviado centenares de currículos sin respuesta, cuando hayan tenido que abandonar su trabajo para cuidar un familiar dependiente, cuando sus hijos no puedan estudiar por falta de presupuesto… quizá entonces comprendan la necesidad urgente para muchas personas de encontrar soluciones. Pero amigos, me temo que eso no pasará. ¿Qué hacer entonces? Hay que buscar otros modelos.  Si os encontráis en una situación complicada, buscad, preguntad, hallad personas que hayan vivido situaciones similares y hayan salido de ellas. Explorad opciones en la experiencia de otros. Buscad esas personas que subieron ese peldaño, hablad con ellas y descubrid que hicieron para mejorar su situación. Y sobre todo, tened la convicción de que vais a salir adelante. De nada sirve esperar una solución que si llega, seguramente será tarde. Si carecemos de recursos externos, busquemos recursos internos y los externos llegarán.

Publicado en www.abraxasnetwork.com en julio de 2013

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ESCÚCHAME

Mi amiga Dolores ha visto cumplido su sueño. Se ha instalado en la provincia de León y allí regenta un alberge de peregrinos en el Camino de Santiago. Hace mucho tiempo que Dolores anhelaba ese sueño. Todo empezó hace seis años cuando fue a visitar a un amigo que trabajaba en el lugar. La experiencia enriqueció tanto su alma, que marcó el objetivo de su vida. Cuando regresó a casa, manifestó su deseo a familiares y amigos. La respuesta fue unánime:

-Estás, loca, que tontería, a ver, ¿Qué se te ha perdido ahí? No vas a poder hacerlo, no eres capaz… y un sinfín de cosas por el estilo.

Por amor y respeto a sus seres queridos,  Dolores aparcó en un rinconcito de su corazón su sueño. Pero éste seguía vivo y pugnaba por salir. De vez en cuando iban apareciendo situaciones aparentemente casuales en la vida de Dolores que le indicaban el camino. Ella intentaba alzar nuevamente su voz, pero se encontraba una y otra vez con la oposición de sus seres queridos. Todos intentaban convencerla de que era alguien que no era. Dolores les seguía escuchando. Creía que ellos eran más listos, de manera que debían tener razón. se sentía triste y desanimada. No encontraba su lugar. Eso la llevó a realizar un proceso terapéutico de crecimiento personal, donde pudo por fin deshacerse de sus creencias limitantes y reunir las fuerzas para conseguir lo que más anhelaba. Aprendió a escuchar a su corazón y a no dejarse influir por las dudas y los miedos de los otros. A partir de ahí, una serie de fantásticas “casualidades” sucedieron en su vida que la llevaron sin esfuerzo a instalarse en un bonito albergue de León. Dolores es feliz cuidando de “sus” peregrinos. Sus ojos resplandecen y una sonrisa ilumina su cara. Su rostro, ya naturalmente atractivo, desprende una nueva belleza.

Cuentan que hace tiempo, en un lejano pueblo de oriente, organizaron una carrera de ranas. El objetivo era subir a la torre más alta del pueblo. Desde el momento en que dieron la señal de salida, empezaron a crecer los rumores entre los espectadores:

-¡Pobres ranitas, no lo van a conseguir, es demasiado difícil! ¡Son muy pequeñas y débiles y esa torre es demasiado alta!

Al poco rato, algunas ranas desistieron y abandonaron la carrera. La gente seguía comentando lo imposible del reto y una tras una, fueron desistiendo. Había una ranita, pero, que seguía firme en su empeño y siguió escalando la torre. La gente seguía gritando que abandonara, que no lo conseguiría, que aquello era demasiado para su delicado cuerpecito. Pero la ranita siguió subiendo hasta llegar a la cima de la torre. Todas las demás quedaron atónitas. Fueron a preguntarle como lo había hecho , que truco o secreto había utilizado para poder  conseguir aquel reto imposible. Y descubrieron que… ¡era sorda!

Publicado en La Revista del Vallès el 7 de junio de 2013

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LA VERDAD

Hace unos días llegué tarde a la conferencia de un amigo. Apenas pude escuchar los últimos diez minutos, así que, al terminar, pregunté a una conocida que vi entre el público qué tal había sido la charla. Ella me contestó:

 –Regular, no me ha gustado demasiado.

Y me hizo un breve resumen. Me sorprendió, ya que he asistido anteriormente a charlas de esta misma persona y el contenido es siempre muy interesante. Minutos más tarde encontré a otra conocida entre el público y le hice la misma pregunta. Ella respondió:

–¡Me ha encantado, ha sido muy interesante!

Y me hizo un breve resumen muy diferente al anterior. ¡Vaya! No parecía que las dos mujeres hubieran escuchado la misma conferencia. ¿A quién creer? Entonces, ambas mujeres, que también se conocían entre sí, se encontraron e iniciaron una discusión. Las dos querían hacer prevalecer su “verdad”.

 ¡Cuántas veces nos hemos enzarzado en discusiones por querer tener razón, para defender una verdad que …es imposible conocer! Como seres humanos no podemos conocer la realidad: solo podemos conocer nuestra percepción de la realidad. Todo depende del cristal con que se mire; o, mejor dicho, del mapa mental con que se mire. Todos nosotros, desde nuestro nacimiento (incluso antes) hemos ido acumulando experiencias que hemos vivido a través de les cinco sentidos. A partir de ellas hemos generado nuestros pensamientos, creencias, valores y acciones. Todo ello conforma un mapa mental que es el responsable de la manera en que percibimos e interpretamos el mundo. Nadie comparte exactamente las mismas experiencias, de manera que todos los mapas mentales son diferentes. Durante su vida, nadie ha visto, escuchado ni sentido exactamente lo mismo que otra persona, así que nadie piensa, cree, valora, ni hace exactamente lo mismo que otro. Es absurdo discutir por nuestra “verdad”, ya que jamás coincidirá al cien por cien con la “verdad” de otra persona. Si la realidad existe, nadie la conoce. Algunos diréis:

–¡Hay verdades irrefutables!¡ El cielo es azul!

Bueno, tengo un amigo daltónico, para el que el cielo es una mezcla de gris amarronado, que no piensa lo mismo. Y de la misma manera que hoy “sabemos” que la Tierra gira alrededor del Sol, hace quinientos años todos “sabían” que la Tierra era plana y tachaban de loco al que se atrevía a decir lo contrario. De hecho, desde “su realidad”, cada persona actúa de la mejor forma posible en cada situación. Si somos conscientes de eso, seremos capaces de no juzgar a los demás y de respetar sus opiniones, y evitaremos entrar en discusiones imposibles.

Publicado en La Revista del Vallès el 9 de mayo de 2013

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¿Y TU QUE SABES?

Luisa siempre dice que es tonta. Cada vez que topa con algo que no sabe hacer, sale de sus labios el mismo comentario: “Si es que soy tonta, ¿ves? Si es que yo no sé”. Luisa fue poco a la escuela. Desde pequeña, su padre le decía que era tonta, que solo servía para trabajar en el campo y limpiar. Cuando tenia dieciséis años, su padre murió. Entonces tuvo que buscar un sustituto que reforzara la creencia con la que siempre había convivido: empezó a salir con Juan, quien constantemente le recordaba que era tonta, que no servía para nada más que para trabajar en el campo y limpiar. Luisa creció y su creencia “soy tonta” y su falta de autoestima crecieron con ella. Se casó con Juan y tuvo tres hijos. Su único trabajo es y ha sido siempre limpiar. Luisa se desplaza al trabajo en coche. Un día, en una charla cualquiera, le pregunté sobre el carné de conducir. Me dijo que se lo había sacado pasados los cincuenta años. ¡Vaya! No debe de ser tan tonta después de todo! No es fácil estudiar ese aparatoso manual para una persona de esa edad que apenas fue a la escuela. Y  Luisa lo hizo. Y es una conductora segura y eficaz. Que fuera poco a la escuela, que trabajara en el campo y limpie casas no la convierten en tonta. Lo único que la convirtió en “tonta”, fueron las afirmaciones, primero de su padre, y de su marido después, que ella se creyó. Puede que no sepa mezclar adecuadamente los colores cuando pinta un cuadro o no se aclare cuando hace una gestión en el banco. Como todas las personas, sirve para una cosas y para otras no, y si un día decide deshacerse de su falsa creencia, se dará cuenta de que tiene capacidades muy valiosas. Luisa es una madre y una abuela cariñosa, entregada y responsable. Tiene unos hijos bien educados que han sabido desenvolverse bien en la vida. Sabe limpiar, coser, hacer manualidades; cosecha sus propias verduras, y ¡hace unos pasteles deliciosos! ¡Que mala costumbre la de nuestra sociedad, valorar a las personas por su expediente académico! No es más listo el que más sabe, sino el que aplica en el momento adecuado de la vida lo que sabe.

Hace muchos años, un distinguido erudito que viajaba por la India tenía que cruzar un río. No había puente. Un pobre barquero se encargaba de cruzar a los caminantes. El erudito subió al bote y el barquero empezó a remar. Curioso por los elegantes modales de su pasajero, le preguntó a qué se dedicaba. El erudito empezó a relatarle sus logros académicos. Había estudiado cuatro carreras, hablaba diez idiomas y conocía culturas de todo el mundo. Presu-mía de tener respuestas sobre cualquier tema . De repente, la barca chocó con una roca oculta en el fangoso río y empezó a hundirse. Faltaba poco para llegar a la otra orilla, de manera que el barquero gritó: ¡Rápido, salte y nade hacia la orilla! ¡No hay mucha corriente! Creyendo que el erudito le seguía, saltó al agua y nadó hacia la orilla. Cuando llegó, vio la barca hundiéndose con el erudito todavía dentro. Le gritó: ¡Señor, salte. La orilla no está muy lejos. Puede nadar hasta aquí! A lo que el erudito contestó: ¡No puedo! ¡He estado tan ocupado estudiando todos estos años que no he tenido tiempo de aprender a nadar! Y se hundió con el bote.

Publicado en La Revista del Vallès el 12 de abril de 2013

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NO SE ACABÓ EL MUNDO

Llevamos viviendo 84 días de prestado. Lo digo porque, según una antigua profecía maya, el mundo tenía que haber acabado el 21 de diciembre de 2012, y, sin embargo, aquí estamos. Llevamos casi tres meses de regalo. Durante los meses precedentes al supuesto fin de la humanidad, leí artículos, ojeé libros, vi programas de televisión, oí programas de radio y escuché todo tipo de comentarios sobre el tema. Centenares de científicos estudiaban la profecía con ahínco. Estuve viendo un programa, en el que un científico recorría la tierra buscando evidencias del terrible final. Aquel hombre y su equipo iban recorriendo el planeta, con el consiguiente derroche en gastos, para llegar a la conclusión de que podría ocurrir un cambio importante en la Tierra… ¡dentro de 1.000.000 de años! Circulaba por internet que un pequeño pueblo de Francia llamado Bugarach, sería el único del planeta que se salvaría del desastre. Miles de turistas, curiosos y miembros de sectas invadieron el lugar hasta el punto de que las autoridades tuvieron que prohibir el acceso. En diversas partes del mundo se construyeron refugios donde poder salvarse del inminente cataclismo. ¡En China los comercializaban por 40.000 euros! Cuántas molestias, cuánto gasto, cuánta preocupación, cuánta energía derrochada por algo que, al final, no ocurrió.

¿Cuántas veces te has preocupado por problemas que únicamente existen en tu imaginación? Estamos tan sobreinformados de diversos desastres habidos y por haber, que tenemos tendencia a recrear el peor escenario posible para nosotros mismos. Tengo trabajo, pero, ¿y si me despiden? Tengo pareja, pero, ¿y si deja de quererme? Gozo de buena salud, pero, ¿y si enfermo gravemente? Estamos en paz, pero ¿y si estallaran ciertos conflictos? ¿Y si…? ¿Y si…? ¿Y si…?

Ten en cuenta que la mente no conoce la diferencia entre lo que vive y lo que imagina. Los problemas pueden ser irreales; pero el miedo, la preocupación y sus consecuencias físicas, mentales y emocionales, son reales. No es de extrañar el continuo aumento de casos de estrés y ansiedad en la sociedad actual.

La gran mayoría de los desastres que tememos nunca nos sucederán. Evidentemente, a lo largo de los años, todos viviremos algunos problemas más o menos graves. En la vida pasan cosas, pero preocuparse por anticipado supone un gasto de energía que nos quita fuerza para ocuparnos de las situaciones complicadas en cuanto aparecen. Y, una vez aparecen, tengo la convicción de que cada problema tiene su solución; y si no la tiene, siempre existe el modo de encontrar una nueva mirada que nos aporte recursos de comprensión y aceptación que nos lo hagan más llevadero. Para todo ello necesitamos una fuerza y una energía que no encontraremos si la hemos malgastado en temores y preocupaciones ilusorias.

Publicado en  La Revista del Vallès el 15 de marzo de 2013

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¿QUIEN BIEN TE QUIERE… TE HARÁ LLORAR?

¿Has mantenido alguna vez una relación insostenible? Falta de compromiso, reproches, infidelidad, celos, posesión, maltrato…; infelicidad, al fin y al cabo. Inicias una relación y al cabo de un tiempo te das cuenta de que no cumple las expectativas que tenías. Ambos tenéis objetivos diferentes, una idea de relación diferente y aparecen los conflictos. Lo más sencillo sería terminar aquí y buscar a alguien con quien tuvieses más afinidad. Pero en lugar de eso empiezas a decirte cosas como: «le daré un tiempo para cambiar»«quizás si me entregara más», o «me entregara menos»«si hiciera esto»«si hiciera lo otro»… Pero no se cambia de buenas a primeras. Es necesaria una firme voluntad de hacerlo y adentrarse en un camino de crecimiento personal. Y claro, pasa el tiempo y nada cambia, y quedas dentro de ese círculo de dolor que es la falta de compromiso, los reproches, la infidelidad, los celos, la posesión, el maltrato…; infelicidad, al fin y al cabo. Eres consciente de eso y quieres salir de ahí, pero algo en tu interior te lo impide. Aparecen la culpa y el autojuicio. Disculpas al otro con mil excusas para no tener que tomar la responsabilidad de cortar la relación; «Bueno, tampoco está tan mal, hay algunos momentos buenos, y después de todo, quien bien te quiere te hará llorar, ¿no?»

El Dr. Deepak Chopra, adalid mundial en el campo del poder curativo de la mente, manifiesta que existen únicamente dos emociones: el placer y el dolor. A medida que te acercas a una de ellas te alejas de la otra. Las relaciones de pareja implican amor y el amor nos lleva al placer. Si una relación te lleva al dolor, te aleja del placer y del amor. El llanto es dolor. Las personas que te aman de verdad no te hacen llorar.

No se trata de juzgar al otro; pensar que yo soy ‘el bueno’ y el otro ‘el malo’. Puede haber diversos motivos por los que una persona mina una relación: problemas de autoestima, traumas del pasado no sanados, lealtades familiares, etc. Uno de los fundamentos de la PNL nos dice que en todo comportamiento hay una intención positiva. Todo acto, aunque nos parezca terrible, conlleva una buena intención para la persona que lo lleva a cabo. Todos nosotros actuamos de la mejor manera posible según los recursos de que disponemos en ese momento. Entonces, ¿significa esto que tenemos que disculparlo y aguantarlo todo? No. Mantener una relación no significa tener que cargar con la mochila del otro. Llega un punto en el que hay que decir: «De acuerdo, te entiendo, pero te dejo con lo tuyo y yo sigo mi camino.» Se trata de tomar conciencia, de ponerse el traje de adulto y decidir si ese camino te lleva al bienestar que deseas o quieres tomar otro. Cada uno de nosotros tiene el mando sobre su vida y tiene el derecho de decidir cómo y con quién quiere vivirla, sin sentirse culpable ni juzgarse por ello.

Publicado en La Revista del Vallès el 15 de febrero de 2013

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¿Y SI SALIMOS DE ESTA?

Hace unos días una amiga me dijo: “Me gustaría crear una empresa, pero tengo miedo…  ¿Y si no sale bien?” Mi amiga ha cursado una carrera y un máster. Es una profesional muy eficiente. Tiene los conocimientos, las capacidades y la experiencia necesarias para crear su empresa. Dispone de un local, y puede conseguir financiación. También tiene algo más: un trabajo fijo. Es un trabajo en el que la explotan y manipulan por un sueldo de dignidad dudosa. Pero, claro, en los tiempos que corren, ¿quién no se aferra a la mano que le alimenta aunque esta le ahogue?

Explica un antiguo relato sufí que, hace muchos años, un maestro monje y su discípulo, caminando por las montañas, encontraron una casa medio derruida situada cerca de un barranco. Allí vivía una familia muy pobre. Su única posesión era una vaca; y su leche, su único medio de subsistencia. Estaba oscureciendo y el cabeza de familia ofreció a los monjes refugio para la noche. Cuando todos dormían ya, el maestro despertó a su discípulo y le dijo que cogiera la vaca y la tirase por el barranco. El discípulo se negó horrorizado, aduciendo que era el único medio de vida de la familia. Pero, ante la insistencia del maestro, finalmente obedeció y empujó la vaca al fondo del precipicio. Al alba, los monjes se despidieron de la familia y siguieron su camino.

Años más tarde, el discípulo se había convertido en maestro. Los remordimientos le consumían por el mal que había causado a esa pobre familia. Dejó el monasterio donde había residido los últimos años y fue a encontrar la casa para pedir perdón. Cuando llegó, todo estaba cambiado. La casa era más grande y estaba bien conservada y había un lujoso coche aparcado delante de la puerta. Hermosas flores adornaban los balcones y niños pequeños corrían alegres por los alrededores. El antiguo discípulo sintió un pinchazo en el corazón. Seguramente aquella pobre familia había tenido que vender la casa y dejarlo todo por culpa de su acto cruel. ¿Qué debía de haber sido de ellos? Se acercó a la puerta y llamó. Ante su sorpresa, abrió la puerta el mismo hombre que lo había hecho años atrás. Allí seguía viviendo la misma familia. El monje estaba atónito. No entendía qué había podido pasar. El hombre le explicó:

─¿Sabe? Aquella mañana que ustedes se fueron, nuestra vaca desapareció. Finalmente la encontramos muerta al pie del barranco. Al quedarnos sin ningún medio de subsistencia, tuvimos que espabilar. Buscamos dentro de nosotros mismos y encontramos nuevas habilidades, capacidades y recursos que ni siquiera sabíamos que teníamos. Desde entonces no hemos parado de crecer.

La vaca de mi amiga ha estado a punto de ser empujada por el precipicio varias veces. Ella ha conseguido salvarla cediendo a nuevas explotaciones y manipulaciones. Sigue aferrada a ella, aunque le da una leche agria que, al fin y al cabo, le paga algunas facturas. Jugártela para crear una empresa que quizás no sale bien: ¿qué miedo, no? Pero … ¿y si sale bien? Quizá algún día alguien la empujará definitivamente por el precipicio y entonces, a pesar de los miedos, encontrará nuevos recursos y el mundo podrá disfrutar de los servicios de una gran profesional. Recibiendo las dificultades con la confianza de que son una oportunidad de crecimiento, podemos salir de esta y de circunstancias mucho peores.

Publicado en  La Revista del Vallès el 18 de enero de 2013

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